jueves, 8 de julio de 2010

Vulnerable.

Como un niño sentado en una esquina, gritando en silencio, reclamando a voces la atención de alguien y recibiendo como respuesta su propia desesperación, su grito se convierte en un simple ruido de fondo que todo el mundo oye, pero nadie hace caso, ni siquiera centran su atención unos segundos en tratar de comprender lo que aquel chiquillo intenta decir.
Ahora ese niño ha crecido, pero esa sensación de vulnerabilidad no cesa, y él sigue contándole sus problemas a la pared y esperando una contestación inexistente.